sábado, 12 de enero de 2013


4 in the morning. 

 

 

A las cuatro de la mañana han ocurrido cosas extrañas, pero más que nada, especiales.

Todo el día nos movemos de un lado a otro. De una ciudad a otra, viendo rostros y poniendo sonrisas. La gente nos exige ser como somos, aunque nosotros digamos que somos así porque queremos. Pero así es la vida al estar en una famosa banda. Y no me quejo, porque es mi sueño, y he sufrido demasiado para cumplirlo. Sangre, sudor y lágrimas, como dicen por ahí. Trillado quizá, pero demasiado cierto. Y al final de cuentas, no importa haberse sacrificado, porque todo esto fue lo soñé desde que tenía siete años.

Y ahora comparto un sueño con cuatro grandiosas personas. Todos somos amigos, y hemos creado un fuerte vínculo. No podía ser de otra forma, tomando en cuenta que pasamos las 24 horas del día juntos. A veces nos desesperamos, y necesitamos nuestro momento a solas. Pero, por lo general, es genial estar con ellos, porque compartimos ideales, gustos, formas de pensar. Y el amor por nuestra banda, que es lo más importante de todo. Ninguno está aquí por obligación.

Bueno, a lo que iba… Las 4 de la mañana son raras, porque yo debería estar durmiendo como un tronco, tal como los demás, ya que siempre llegamos muy cansados de nuestros compromisos. Pero desde hace un mes, que me desperté por un dolor estomacal, no ha vuelto a ser lo mismo. Desde entonces, todas las mañanas me despierto a la misma hora, por mi maldito reloj biológico. Y por mis deseos de verlo y compartir con él.

Gerard, el vocalista de la banda, sufre de insomnio. No todas las noches, pero sí la mayor parte de ellas.

Por lo que me dijo esa primera noche, hace un mes atrás, no podía dormir, porque se sentía solo. Recuerdo que mi primera reacción fue de extrañeza; arrugué la frente y le pregunté «¿Cómo te puedes sentir solo? Pasamos rodeados de gente todo el tiempo». Y él, como siempre, me dio la mejor respuesta. «Ese es el peor tipo de soledad». Y yo no pude estar más de acuerdo, porque era completamente cierto. Cuando hay muchas personas alrededor tuyo y nadie se preocupa en serio por ti, es cuando te hacen sentir peor.

De todos modos, no comprendí, porque yo sí me preocupaba por él. Y siempre iba a ser así. Gerard era quien más me importaba. Yo daría mis órganos por ese hombre. Y sin siquiera pensarlo. Pero, entonces, volvió a argumentar «Sé que cuento con ustedes, por sobre todas las cosas. Pero extraño a mi abuela». Y con eso sí que entendí. Me quedé mudo, porque yo creía —al igual que todos los demás—, que ya había superado ese tema. Es decir, habían pasados varios años, y Gerard se veía mucho mejor al respecto. Y saber que aún sufría por la partida de Elena, fue como un golpe directo en la cara. Lo peor era que no supe qué decirle. ¿Qué podía decir, para hacerlo sentir mejor, tras todos estos años después de todo? Me sentí inútil.

Quería ayudar a mi mejor amigo y no sabía cómo mierda hacerlo.

Pude haber dicho algo amable, pero nadie esperaría eso de mí. Yo suelo ser bastante torpe, a decir verdad. Las palabras sólo salen con la música. Yo creo que sin ella en mi vida, me habría vuelto asesino serial o me habría suicidado mucho tiempo atrás.

Aún conservo odio, pero puedo manejarlo.


*




Recuerdo que Gerard se terminó el cigarro que estaba fumando, y luego empezó a dibujar. Hacía todo esto, sin prestar atención a mi presencia. Y yo no quise dejarlo, a pesar de aquello. Por el contrario, me senté junto a él y lo miré. Era asombroso ver cómo podía trabajar en plena madrugada, a pesar del cansancio y los malos pensamientos.

Parte de mi personalidad es ser impulsivo e indiscreto, así que no fue difícil adivinar que terminaría hablándole, aún si lo interrumpía. Pero, por el contrario, Gerard mantuvo una larga conversación conmigo. Ya no recuerdo lo que hablábamos, pero sí recuerdo que una escena similar se volvió a repetir la madrugada siguiente.

Y la siguiente a esa, y así consecutivamente.

Ya hemos estado todo un mes, siendo uno por las noches. Ahora creo conocerlo tan bien como me conozco a mí.

Luego de ser compañeros de banda por años, conocí la profundidad de su persona. Y es que la noche entrega algo diferente y único. Tuvimos la oportunidad de estar solos, en silencio, y compartir secretos.

A las 4 de la mañana lo escuché hablar de su primer amor, de su miedo por las agujas, y de la vergüenza que sentía por su cuerpo, cada vez que tenía que exponerse frente al ojo público.

—Que se jodan, Gee. Ninguna persona que te juzgue por tu apariencia vale la pena.

—Pero lo hacen, y todo parece más imposible — recuerdo su suspiro, casi ido. De seguro estaba imaginándose sobre un escenario, en un recinto lleno de personas —. Aunque nadie me creería, por ese estúpido personaje que he creado.

—¿Qué personaje?

—Gerard Way — sonrió. Y yo, por supuesto, no entendí —. La diva Gerard, querido Frankie. Ese Gerard que parece no tener miedos, y que provoca la histeria de las jovencitas.

—Nunca te he visto de ese modo — comenté, aún perplejo por saber que había construido un personaje público —. Para mí siempre fuiste Gerard—Gee.

Sonrió.

—No podrías verme con malos ojos, ¿verdad?

—Jamás.

Y dos noches después de eso, Gerard estaba sin maquillaje en sus ojos. Y sólo entonces pude apreciarlo mejor.

Sus ojos son hermosos, aunque de día brillan más. Sus ojos parecen ser las estrellas del día. Pero sin esa sombra que los cubra, son mejor aún. Lo natural siempre será más lindo, en mi opinión. Él no tendría que fingir, porque su persona es suficiente para mandar a cualquiera a la mierda.

Y algunas noches después, lo vi llorar por primera vez en mi vida. Ahora entiendo que fue producto de la cafeína nocturna, la melancolía y el insomnio. Siempre las mezclas más peligrosas hacen colapsar tu organismo, y a Gerard le cobraron la cuenta.

Yo lo abracé con fuerza contra mi cuerpo. Y aunque deseaba reconfortarlo, fui yo quien se sintió en el cielo. Su calor fue… Ni siquiera sabría cómo explicarlo, pero relajó cada uno de mis músculos. Y no pude reprimir un suspiro de satisfacción. Casi me quedo dormido entre sus brazos, de no ser porque pellizcó mi mejilla.

—Estoy gordo, lo sé, Gerard — bromeé, riendo entre dientes.

—¿De qué hablas? ¿Has vuelto a drogarte? — preguntó, sonriendo —. Siempre eres perfecto.

Y me dejó sin palabras.

Algunas noches más tarde, yo le robé las suyas, con un beso. Fue mágico, y no temo decirlo. Sus labios fueron como debe saber la gloria.

—Te vas a arrepentir luego.

—No — le aseguré, con convicción.

Y no mentí. Nunca le he mentido, de hecho. Hasta el momento, no me arrepiento de haberlo besado en esa oportunidad. Ni en ninguna de las que siguieron.


*





Gerard me sonríe, antes de caer dormido.

Cerré mis ojos y leí en sus labios «Nos vemos a las 4 de la mañana». Quise decirle «Como siempre», pero mi cuerpo cedió antes al sueño.

De todas formas, sé que me despertaré y tendremos nuestro momento íntimo, como todas las noches de gira.

A las 4 de la mañana, es cuando conoces todos los detalles de la otra persona, porque no hay secretos ni máscaras. Tampoco hay alguien que los detenga.

Oh, y algo más, sólo se da unas cuantas veces en la vida.

Solamente con quienes llegarán a ser realmente importantes y trascendentales.

Eso es Gerard para mí.




 
xx;