martes, 30 de abril de 2013








To the moon and back.
 

Despiertas, consciente que es de mañana, solamente porque la molesta luz del sol se escabulle por entre las cortinas de tu ventana. Y maldecirías a todos tus parientes si fuese posible, pero al abrir los ojos te quedas mudo. Sobre tu buró, una pequeña nota llama toda tu atención. Estiras el brazo derecho para tomar ese pedacito de papel. Y lo ves. Y sonreír es inevitable.





«Felicitaciones de nuevo. Que tengas un hermoso día.
 
Te amo, de ida y vuelta a la luna.»


Gerard Way (o tu Gerard, como preferías llamarlo). Habían sido novios de hace cinco años. Y hace uno decidieron hacerlo oficial; se habían casado frente a sus padres y amigos más cercanos. Y te hacía feliz.

En este momento de tu vida eras más feliz de lo que jamás soñaste llegar a ser.

Al principio te daba un poco de miedo, porque todo lo bueno tiende a acabar. Pero esa etapa está superada, y ahora sólo te dejas amar. Y te preocupas de amarlo como él merece. Y Gerard merece mucho.

Se conocieron en una tienda de discos. Tú no sabías cuál escoger, porque querías hacer un regalo pero Madonna no era lo tuyo. Y ese chico de cabello negro hasta los hombros y ojos verdes supo ayudarte como si fuera el más experto en la Reina del Pop. No te costó descifrar que era gay. Y por esa razón fuiste más que amable con él.

Te había gustado inmediatamente.

Y la sonrisa que mostraba parecía indicar que tú no le habías sido del todo indiferente.

A los tres días de eso, volviste a la tienda para agradecer su ayuda, e informarle que tu mejor amiga había sido feliz con su regalo de cumpleaños. «No es nada», aseguró él. Pero de todas formas aceptó tu oferta para tomar un café aquella tarde.

Fuiste por él a su hora de salida, y en la cafetería parecía todo muy natural entre ustedes. Hubo química. Y al final de la tarde, lo besaste fuera de su casa.

Desde entonces se hicieron inseparables.

Gerard se convirtió en esa persona que te entendía y apoyaba en todo, a pesar de cualquier diferencia contigo.

Parecía ayer que se conocieron, y parece increíble que ya estén casados. Felizmente casados, debes agregar.

Aunque nunca has compartido la idea de que una persona sea todo en tu vida, Gerard ha sabido ganarse un lugar importante y especial. Y sí, en tu vida hay mucho más que su relación.

Tú eres un creativo, y trabajas en una compañía de diseño. Ayer te dieron el puesto de Productor Ejecutivo, lo que significa que estarás a cargo de más personas y de más proyectos. Pero lo lograste en base a mucho esfuerzo, y te sientes orgulloso de tu trabajo.

Además de tu profesión, te gusta crear música con un grupo de amigos. Nada grande, a decir verdad, pero te quita un peso de estrés de la rutina.

Y Gerard, nuevamente, te apoya en todos tus proyectos. Aunque les quite tiempo de pareja. O aunque tú llegues tan cansado a casa, que sólo quieras dormir.

Él trabaja en una Universidad, impartiendo clases de literatura. Y a veces odias que cierto grupo de alumnas se derritan por él. Sabes que son unas jovencitas mucho más jóvenes que tú, pero crees que no tienen el derecho de fijarse en él. Gerard es tuyo.

Cada vez que caes en cuenta de lo celoso que eres, te das cuenta que los años pasan, pero tú no eres más maduro.


Te levantas de la cama, te estiras un poco dando un gran bostezo, y vas a la cocina; a tu estómago le urge un poco de comida.

~*~


—Gee, ¿hoy llegarás temprano? —Gerard ríe, y tú sabes que es por ese tono de voz infantil que has empleado.

—Creo que no sabes aprovechar tus días libres —bromea él.

—Sí los sé aprovechar, Gee —te quejas, aún de forma infantil—. Pero sería mucho más provechoso si estuvieras aquí.

—¿Tú crees? ¿Qué estaríamos haciendo si yo estuviera allá?

Sonríes, porque sabes a dónde quiere llegar. Y tú eras muy bueno jugando ese juego.

—Podríamos continuar con nuestra celebración de anoche, ¿no crees? —lo escuchas sonreír al otro lado de la línea—. Ya no estás cansado, y yo podría darte todo mi amor.

—Quisiera estar contigo…

Y si iba a agregar algo más, no lo sabes, porque un quedo gemido escapó por entre tus labios.

—Gee…

—No, Frankie. Por favor —te ruega que te detengas, porque él no puede hacer nada. En ese momento está en la universidad y, sabes, que desea tocarte tanto como tú quieres sentirlo.

—Te necesito, Gee. Te necesito mucho —y dejas salir otro gemido, porque ser consciente que él te está escuchando mientras te tocas es excitante—. Oh…

—Eres un jodido… —y lo deja inconcluso, porque ha colgado. Tú ríes, a pesar de estar derritiéndote bajo tu propio tacto.

A pesar que llevan algunos años de relación no han perdido la chispa. La trabajan a diario, porque ninguno quiere perder eso tan especial que han logrado. Gerard y tú son perfectos el uno para el otro, y eso no puede acabar. Por esa razón siempre hacen algo distinto (y no sólo en el sexo). Y por eso pareciera que estuvieran empezando.

Amabas tu relación. No la combarías por nada en el mundo.

Amas tanto a Gerard, que no sabrías por dónde empezar a enumerar tus aspectos favoritos. Pero crees que lo mejor son sus defectos. Sí, sus ojos son los más jodidamente bellos que has visto en toda tu vida. Pero cuando gruñe porque no se sale con la suya. O la forma en que arruga la nariz cuando se enoja te vuelve loco. Y él se enoja más cuando te ríes por sus expresiones de enfado, pero era inevitable. Te gustaba de pies a cabeza, e internamente era mucho mejor. Nadie conocía tantos detalles de su personalidad, y eso te encantaba.

No existían razones suficientes para no pensar que era perfecto para ti. Porque lo era.

Y tú quieres ser lo que él merece. Quieres estar a su altura y darle todo lo que tienes, porque una relación sin equilibrio se vuelve injusta y dañina. Lo habías aprendido con el tiempo.

Y sólo a veces, pensabas que tal vez sí habías madurado un poco.

~*~



—¿Estás cansado, Gee? —le preguntas luego de haber hecho el amor al menos unas mil veces ese día.

Gerard había llegado más temprano a casa, y desde que lo viste entrar por la puerta notaste su erección. Y te reíste. Pero él te calló con el beso más sexy que te haya dado.

—No me digas que aún quieres más —él se gira en la cama, recostándose en un costado de su cuerpo, con la sábana cubriéndole de la cintura para abajo. En su pecho puedes ver algunas marcas que le hiciste con los dientes (o con las uñas. No lo recuerdas bien).

—Sólo quería saber si ibas a dormir ­—quitas un mechón de cabello que cae sobre su frente. Él, inconscientemente, cierra los ojos y sonríe.

—No quiero dormir. Quiero estar despierto, para poder verte un poco más.

Y eres tú quien sonríe ahora.

Te estiras un poco, para besar con suavidad sus labios. Luego suspiras, porque es tanto amor el que habita en tu pecho, que te sientes explotar.

—¿No te gusta el Frank de tus sueños?

—Es mejor el original —muerdes tu labio inferior. Y entonces decides pegarte a su cuerpo desnudo, sentir su piel y su calor, y dejarte envolver por aquella plenitud que te entrega estar a su lado.

—Te amo, de ida y vuelta a la luna, una y mil veces —susurras contra su oído. Y él acaricia tu pelo.

Besas su mejilla al tiempo que sientes que los largos dedos de Gerard tocan tu cintura. Te estremeces, pero no es de forma sexual. Es el efecto que tiene tu esposo en cada célula de tu cuerpo.

—¿No te cansarías de hacer mil viajes a la luna? —pregunta, quedo.

—Por ti, nunca—respondes—­. Nunca me cansaría de amarte.

—Frankie, amémonos por siempre —parece un ruego, y tú lo abrazas con más fuerza. Hace tiempo no sentías el miedo en su voz. No por lo que tenían, al menos.

—¿Está todo bien? —tienes que preguntar.

—Sí —dice, muy bajito—. Pero anoche soñé que te perdía…

Y te lo dice ahora. Ese es otro aspecto de Gerard.

—Nunca jamás. Las pesadillas déjalas en el olvido. Vive esta realidad conmigo.

—Cada día de mi vida —asegura, antes de caer completamente rendido, entre tus brazos.

Te quedas un poco más de esa forma, sintiendo los latidos de su corazón. Pero la necesidad de contemplarlo te gana, haciéndote dejar el calor y sentándote en la cama. Y lo miras dormir.

Hace bastante que perdiste la cuenta de cuántas veces lo has hecho, pero qué importaba una cantidad numérica. Tenías toda una vida para seguir haciéndolo, y eso era lo único que importaba.

Gerard ronca, y ni eso quiebra el romanticismo de la escena; estás muy acostumbrado a cada parte de su persona. Y vuelves a sonreír, como si ése fuese tu real trabajo.

Pero algo nuevo te invade. Tu felicidad parece mezclarse con algo más. Una plenitud embarga tu pecho y quieres llorar, porque ahí, con él, era todo lo que necesitabas.

Nunca pensaste que una persona pudiese significar tanto para ti. Y aunque tu vida es mucho más que tu relación, Gerard te brinda lo que nada más pudo. Ni siquiera la música.

Así has descubierto que la vida puede ser bastante buena.

Vivirías toda la mierda que has tenido que superar a tus escasos 27 años, sólo por obtener una recompensa como aquella. Y no era un puesto de trabajo, ni una persona que descontrole tu mundo. Era el complemento perfecto de todo eso, que lograba que amaras tu vida.

Sólo tenías que mantener la esperanza y seguir luchando.

Y lo lograste. Al final eres feliz.




xx;

No hay comentarios:

Publicar un comentario